Sunday, March 14, 2010

El colmadero




Por Alfredo García

Está parado con el cuerpo inclinado hacia adelante y con ambos brazos apoyándose sobre el mostrador, sacando cuentas con su lapicero Papermate y un pedazo de “papel de envolver”: es el famoso Pulpero o colmadero.

El colmadero, es un personaje central e infaltable en los barrios y demás comunidades en donde residen personas de escasos recursos económicos y que, por tal razón, se ven precisadas a comprar los productos de la Canasta Básica “al detalle”.

Aunque con paso de los años, el desarrollo comercial y las grandes concentraciones urbanas, el comercio detallista, como también se le conoce, se ha ido transformando y poniéndose a tono con las necesidades cada vez más variadas de sus clientes y, pese a que éste varía de acuerdo a los tiempos y lugares donde se desarrolla, La pulpería o El Colmado, sigue existiendo y brindando a los menos pudientes su valioso servicio.

El Colmado es el centro de la vida en los vecindarios de nuestras barriadas: allí se comentan los acontecimientos de todo tipo, desde la más reciente guerra entre países de nombres impronunciables hasta el fallecimiento de un parroquiano o los “cuernos” que algún vecino pega o padece, en fin, el colmado es como un diario interactivo por el cual las informaciones circulan, es el precursor de la Internet.

Pero el colmado no es sólo un centro de acopio y distribución de informaciones, no, es también lugar de nacimiento de amoríos entre solteros y no solteros (con asombrosa frecuencia es el mismo colmadero uno de los protagonistas) que ven en este espacio el sitio idóneo para iniciar las imprescindibles primeras conversiones.

Pero no por la importancia estratégica de el colmado vayan a creerse que es tarea fácil la del colmadero, pues nuestro personaje es el recipiente inmediato de lo bueno y divertido de nuestros vecindarios, pero a la vez de todo lo malo y molestoso; por ejemplo: El colmadero es asediado constantemente por por los vagos vividores y “el tigueraje”, que se piensan que éste está obligado a mantenerlos y saciar sus vicios. Además, nuestro héroe, que está obligado a tratar con gente pobre, que está “frenando en el aro”, se ve acosado por las constantes solicitudes de préstamos y los famosos “fía’os” (préstamos en especie) que los interesados juran que pagarán “rayando” el día del cobro, pero que se convierte en un verdadero viacrucis para nuestro prestatario recuperar, razón por la cual es usual ver en estos lugares el astuto y jocoso letrero inamovible: “Hoy no fió, mañana sí”. Y es que El colmadero es como una tarjeta de crédito inmueble, pues cualquier vecino que estando lejos de la barriada se ve obligado a tomar un “taxi” careciendo del “vil metal” no atina a otra cosa que a llegar “en vivo y directo” al colmado a “girarle” al susodicho por el monto de rigor con la indicación: “apúntamelo en la mascota”.

En otros casos la pérdida para el colmadero es sólo del humor y la paciencia, pues la gente a la que no le alcanzan “los cuartos” a causa de la carestía de la vida, tiende a descargar su rabia contra nuestro humilde servidor, a quien acusa de ladrón, salteador y “sangrijuela” que le chupa la sangre a los “debarata’o”.

Por estar obligado a tratar con gente de diferentes puntos de vista, el colmadero suele exhibir una mentalidad flexible (más bien elástica) e indefinida (casi camaleónica) en materia política y deportiva y rara vez toma partido en los frecuentes debates bizantinos que se originan en su negocio y, en las raras oportunidades que lo hace se, va a favor de la mayoría o cuenta un chiste en ánimo de distensión.

El colmado es el lugar de venta “al detalle” por antonomasia: allí se vende “al por menor” cigarrillos “uno a uno”, se detalla una lata de pasta de tomate y el aceite de cocinar se vende por “tercia” (en tiempos más felices también el ron se vendía mediante esta unidad de medida, para alegría de los alcohólicos pobres). Una de las características más peculiares (y asombrosas) de los colmaderos es su “buen pulso” para cortar el queso y los embutidos; cualquier colmadero que se precie de serlo te puede cortar una libra y tres cuartas de cualquier cosa, de un solo tajo y si se equivoca es sólo “por un chin”.

El Pulpero seguirá existiendo aunque metamorfoseándose al compás de nuestra cambiante sociedad: olvidando “la ñapasabatina y cambiándole el nombre a su “industria” por  Minimarket o Colmadón y variando las mercancías que ofrece (hoy en día pañales desechables (“pampers”) y tarjetas de llamadas telefónicas que frecuentemente se “venden” a crédito por teléfono, entre otros productos modernos), y quizás, hoy como ayer en los momentos de casancio y frustración dirá: ¡Caramba, lo más grande es bregar con gente! Pero luego sonreirá recordando los buenos ratos.


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